Vivimos tiempos convulsos, donde la crisis económica por un lado, la amenaza terrorista por otro o el cambio climático, están creando una psicosis de peligro, como si el fin del mundo hubiera llegado.
Todas estas noticias catastróficas facilitan la aparición de distintas corrientes ideológicas que hasta la fecha existían pero no tenían demasiada voz.
Oigo con demasiada frecuencia comentarios en las redes sociales y en la propia calle que indican un aumento de ideologías xenófobas. Insultos hacia otras culturas que chocan con nuestros propios valores. No los podemos comprender, porque nos movemos por códigos diferentes.
Las personas tenemos la tendencia a olvidar demasiado rápido que no hace tanto tiempo, nuestra sociedad tenía valores bastante parecidos a estos que ahora nos ponen los pelos de punta. Me refiero en concreto al papel de la mujer musulmana, que tanto choca con el papel de la mujer occidental.
No entendemos la vida de las mujeres de otra forma.
Nos ha costado mucho tiempo y esfuerzo luchar por nuestros derechos y seguimos luchando por la igualdad de género. No entendemos la vida de las mujeres de otra forma.
Pero esto no nos da derecho a criticar, insultar o adoptar actitudes xenófobas hacia las mujeres que por su cultura están a años luz de tener los derechos y libertades que nosotras disfrutamos.
Nosotras tampoco cambiamos de la noche a la mañana.
Nosotras tampoco cambiamos de la noche a la mañana. Nuestras abuelas se casaban para siempre, no siempre enamoradas, no trabajaban fuera de casa, criaban a sus hijos y atendían a sus maridos.
No tenían firma en el banco, ni podían ser titulares de una cuenta corriente. Divorciarse era para las modernas que eran capaces de soportar las críticas de su alrededor. Ser madre soltera era la vergüenza de la familia. El luto duraba según en qué sitios, cuanto más rural, más tiempo. Se vestía de negro y se quedaban en casa. Todo estaba mal visto.
La rebeldía llegaría mucho más tarde.
Se vivía conforme a unos códigos de valores sociales y había que acatarlos. La rebeldía llegaría mucho más tarde.
En las grandes ciudades la modernidad llegó antes y con ella la apertura de miras, pero en el entorno rural hubo que esperar más tiempo.
Y no hablo de hace tantos años. Las mujeres votamos en España por primera vez tras la segunda república. En los años 60 el porcentaje de mujeres que tenían carnet de conducir era muy bajo. Por aquellos años, las mujeres casadas figuraban en el pasaporte de sus maridos.
“Adáptate o vete”
¿De verdad creemos que todo esto que nos ha llevado tantos años conseguir podemos hacer que cambie en una población inmigrante que trae su cultura absolutamente internalizada, en unos meses o pocos años que llevan aquí?
“Adáptate o vete”, es un ejemplo de frase que escucho con cierta frecuencia y me hace reflexionar sobre todo esto, pues es el principio de la xenofobia. Indica la nula tolerancia hacia lo diferente.
No comparto el papel que la cultura musulmana otorga a la mujer, de ninguna manera puedo estar de acuerdo. Sin embargo, creo que enseñarles, mostrarles nuevas formas de vivir, hacerles reflexionar sobre sus derechos, educarles en nuevos valores, nuevos enfoques sobre su propio papel, tanto a ellas como a ellos, sobre todo a ellos, es mucho más productivo que criticarlas, insultarlas, ignorarlas.
Solo a través de la integración social podrán integrar nuevas formas de pensar. Pero imponerles nuestro punto de vista a través de nuestro rechazo, no creo que aporte nada en absoluto.
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